El viento suave sopla de frente, damos un gran paso y las líneas se tensan. La vela se alza sobre nosotros, nuestra mirada va hacia arriba y hacia atrás, en dirección al despegue. Un par de pasos más y dejamos el suelo bajo nuestros pies, de manera deliberada y controlada. Nos acomodamos en el arnés y disfrutamos de la libertad infinita de "estar allá arriba".
Al volar, nos movemos en un elemento invisible. El sotavento, las térmicas, la convergencia y la inversión solo se hacen notar a través de señales indirectas, lo que requiere una observación minuciosa. Pero cuanto más extraordinario parece un vuelo, más vivos nos sentimos. Mantener el equilibrio aquí es complicado, un reto y un juego al mismo tiempo, y eso es precisamente lo que hace que volar sea tan especial.