Un deporte versátil para novatos y profesionales por igual.
Los pájaros cantan y suaves rayos de sol se filtran entre las hojas de los robles y los pinos. Sólo dos pasos más y estarás en la cima. Enganchas un agarre lateral y tiras de un saliente. Tu pie izquierdo coloca un gancho de talón. Alcanzas un talud con el pie derecho, llevas la mano izquierda al otro lado, te impulsas hacia arriba y te plantas en una de los cientos de rocas de arenisca diseminadas por el bosque de cuento de hadas de Fontainebleau. A poca distancia de París, ésta es una de las mecas mundiales del boulder y uno de los lugares centrales desde donde se desarrolló este deporte.
El bouldering consiste en escalar paredes de roca a la altura de un salto con gruesas colchonetas que proporcionan un aterrizaje suave en caso de caída. Se trata de resolver un problema, de realizar los movimientos más difíciles, que suelen ser más duros que los de la escalada deportiva.
Las presas suelen ser casi imposibles de agarrar. Los problemas no sólo requieren movilidad, fuerza y técnica, sino también creatividad e imaginación. Cuando se practica el boulder, lo que se intenta es traspasar los límites de lo posible, idealmente con un grupo de personas con ideas afines. Al fin y al cabo, el boulder es también un deporte muy social y comunicativo, en el que la gente se ayuda mutuamente, prueba múltiples soluciones, se motiva y se observa. Los escaladores se aseguran de que los demás no se hagan daño si se caen, guiándoles hasta la colchoneta. El boulder es una mezcla genial de darlo todo, ejercitar todo el cuerpo y relajarse con los amigos. Es un deporte que practican no sólo especialistas, sino también escaladores deportivos, alpinistas y atletas recreativos que se inician en la escalada. Por eso no es de extrañar que guste a tanta gente.